Existe un discurso muy peligroso
que se está empezando a instalar, discurso de cuyo éxito somos en parte
culpables la izquierda y corrientes ideológicas afines, como la del ecologismo.
Vean en el siguiente enlace un artículo publicado en El Mundo, “De la posverdad
a la poscensura: obsesionados con no ofender”. Digiéranlo y vuelvan después a este
post.
Parte de lo expuesto tiene
sentido, que haya parte de la población que está cansada de estar siendo
corregida en sus comportamientos y formas de hablar de manera reiterada. Y que,
finalmente, la incorrección política es vista como algo de admirar por estas
personas puesto que se han visto saturadas. Hasta aquí, bien, es cierto que muchas
personas esgrimen este tipo de argumentos o se dicen hartos de la necesidad de
ser políticamente correcto. Y pasa entonces a comparar la “corrección política”
de izquierdas con el “puritanismo censor” de la derecha. A poner en el mismo
nivel la persona señalada por decir una barbaridad machista en un colegio o
tribuna pública al medio que censura los pezones de una mujer en una obra de
arte.
No nos parece de recibo. Podremos
debatir sobre las formas de comunicarse desde la izquierda y otros movimientos.
Podremos debatir sobre su efectividad. Podremos debatir incluso sobre el grado
de coherencia entre el discurso público de estas organizaciones progresistas y
sus actos. Pero no, no podemos debatir que la forma con la que se exprese una
idea refute a su contenido.
Es decir, ¿las ideas de los movimientos progresistas quedan
invalidadas por la manera en que son comunicadas? ¿Las invalida acaso que el
colectivo opresor o co-responsable de la situación a combatir se sienta atacado
o abrumado por los dedos señaladores?
Moha Gerehou, de SOS Racismo, lo refleja muy bien en este tweet.
Quizás estemos desviando bastante
el debate como sociedad si lo que preocupa es que no esté bien visto decir “maricón”,
“feminazi”, “negrata” en vez de luchar contra las agresiones homófobas, la
violencia machista y la opresión racial.
Lo sentimos, amigas y amigos, no
os escudéis en el victimismo de que sois señalados por tener comportamientos
homófobos/machistas/racistas: asumid que vuestro comportamiento crea
pensamiento, y que debéis cambiarlo porque cuanto más arraigados estén el
machismo, la homofobia y el racismo en la sociedad, más legitimados se verán
los agresores.
¿Por qué? Porque vuestro
sufrimiento momentáneo cuando alguien os saca los colores al señalar ese
comportamiento no es comparable al sufrimiento y opresión que puede sufrir un
colectivo. Y, sobre todo, nadie os está hablando desde ningún altar de
superioridad ética (ni debe, si lo hace). El pecado no está en tener
comportamientos y tics machistas, racistas u homófobos en una sociedad que lo es
y donde te has criado. El pecado está en saberlo y no intentar ponerle remedio,
el pecado está en escudarte en argumentos victimistas como los de ese artículo
de Juan Soto Ivars.
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