lunes, 15 de julio de 2013

AFERRARSE AL PODER

He oído hasta la saciedad, a casi todos nuestros representantes públicos (locales, autonómicos y nacionales), y en cuantas ocasiones han creído conveniente (excesivas, a mi parecer), que en el ejercicio de sus respectivas profesiones percibían mucho más elevados emolumentos que en sus electos cargos oficiales.

Yo, con absoluta sinceridad, me permito dudarlo. Sabido es el enorme atractivo del poder, para algunos hasta para llegar a formar núcleo integrante y vital de su más egocéntrica personalidad. Algunos individuos, he podido comprobar, al perder, por cualquier razón posible, este determinado poder (hoy se pueden presentar, de improviso, múltiples variables), han entrado en profundas, incluso en muy graves patologías depresivas, incapaces de asumir los avatares que la vida profesional, o personal les va (como a todo hijo de vecino) haciendo llegar.

Pero también he podido confirmar que, en nuestra educación (creo más bien, alienación) occidental, competitiva y consumista propia del "libre mercado", por encima incluso del hambre de preeminencia social, reconocimiento profesional y ansias de poder personal, el individuo persigue con mucha mayor vehemencia atesorar las mayores riquezas posibles (en bienes muebles e inmuebles y dinerarias). Muchas de las veces sin tiempo fáctico para su disfrute, pero en todo caso y siempre, para evidenciar la distinción de su clase, así como para su presunción y envanecimiento públicos.

Estos aspectos descritos, de corriente interpretación psicológica sobre la personalidad humana, supuestamente debieran ser comunes a todos los individuos integrantes en nuestra sociedad occidental, sin embargo, y es una interpretación personal, a la vista de lo observado muy reiteradamente ya en nuestro país, sólo en muy puntuales y elogiables ocasiones hemos podido registrar alguna renuncia personal a cargo político, y en todo caso con reticencias casi siempre y con arduas dificultades.

Si resultase cierto que estos representantes de lo público pierden dinero en su ejercicio respecto del más propio de su oficio, tal como aseguran, y si sus máximos objetivos de vida y sociales se corresponden con los descritos más arriba, no acabo de entender la férrea resistencia al cargo que muestran, al menos en España.

Porque lo que no podemos negar es que en otros países de nuestro entorno los comportamientos suelen ser muy diferentes. Yo no estoy dispuesto a reconocer como típico e idiosincrásico defecto hispano esta distinción tan claramente peyorativa, ni que nuestros egoísmos personales sean exclusivos de la tierra ibérica, sino más bien querría achacárselo a súbitos ataques de malinterpretada hiper-responsabilidad personal, es decir: ... de querer "morir con las botas puestas".

Y como me habréis de reconocer, esta otra absolutamente ética razón, otorga integridad sin tacha, honorabilidad y reconocimiento a nuestro tan amado e ínclito actual Presidente del Gobierno.

¡Gloria a Rajoy, prístino y fiel servidor del Estado!, ¡Te saludamos, oh César inigualable!. ¡Y también te despedimos con loas a tu inmarcesible pureza de alma y de "conciencia"! ¡ADIÓS PARA SIEMPRE, NUNCA OLVIDAREMOS TUS SERVICIOS!


del FB de Antonio Fernandez Diaz

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