lunes, 24 de febrero de 2014

EL EFECTO REBOTE

Una reflexión con ejemplos de lo que pudiese ser el efecto contrario de lo que se pretende combatir
Ahorro, gasto, productivismo, decrecimiento, EFECTO REBOTE de nuestro EQUOsimpatizante David Heredia
 
Hoy en día existe una gran preocupación con respecto al posible


e inminente agotamiento de los combustibles fósiles que impulsan
nuestra economía y también con respecto a otros recursos naturales
cuya disponibilidad está en peligro, como puede ser el agua o
algunos minerales. Con objeto de disminuir el consumo total de
dichos recursos, se promueven mejoras de eficiencia en su uso, de
tal forma que se generen ahorros. A primera vista, no debería
haber ningún problema con estas iniciativas y, sin embargo, puede
producirse el llamado efecto rebote, un efecto que truncaría, al
menos parcialmente, los ahorros esperados.!
Un posible efecto rebote puede producirse, por ejemplo, cuando
un consumidor compra un coche con un motor más eficiente que gasta
menos gasolina. Dicho consumidor observa encantado que ahora
recorrer kilómetros le resulta más barato, lo cual podría
inducirle a hacer más kilómetros en coche de los que habitualmente
hacía. Quizás se plantee, incluso, ir en coche al trabajo cuando
antes pagaba un abono y utilizaba el transporte público, porque le
resulta más cómodo y ahora con su nuevo coche puede permitirse
pagar la gasolina extra y prescindir del abono. Este sería un caso
de efecto rebote directo, consecuencia de un efecto de
sustitución. Como el kilómetro le sale ahora más barato, sustituye
el abono transporte por más kilómetros de coche, de tal forma que
el ahorro en gasolina esperado no tiene lugar, sino que es menor.!
No obstante, supongamos que a nuestro consumidor no se le
ocurriría ni por lo más remoto ir en coche al trabajo, ni tan
siquiera hacer más kilómetros en coche. Aún así, podría aún
producirse un efecto rebote indirecto, consecuencia de un efecto
de renta. Y es que, debido al ahorro en gasolina, su renta se ha
visto incrementada y ahora dispone de más dinero para gastar.
Quizás lo más sensato sería utilizarlo para amortizar la hipoteca,
pero, desgraciadamente, nuestro consumidor es muy vago para
cocinar y decide gastar el dinero ahorrado en cenar todos los días
comida rápida enviada a domicilio. Una posible consecuencia de
este nuevo consumo es que su salud se resienta, pero, además, el
incremento en viajes de ciclomotor para el transporte de esas
cenas habrá ocasionado también un incremento indirecto en el
consumo de gasolina. Nuevamente, el ahorro en gasolina esperado no
tiene lugar, sino que es menor.!
Por si esto fuera poco, también existe lo que podría denominarse
un efecto rebote macroeconómico ligado al paradigma de crecimiento
indefinido en el que se desenvuelve nuestro sistema económico
actual. Imaginemos un pueblo ficticio que dispone de un embalse
para satisfacer su consumo de agua corriente. Los vecinos deciden
instalar perlizadores en sus duchas. Los perlizadores mezclan el
agua con aire, de tal forma que la sensación subjetiva de la
fuerza del chorro es la misma, pero empleando un caudal de agua
menor. Se trata, pues, de una mejora de eficiencia. Supongamos que
los vecinos se abstienen de ducharse más a menudo y de incrementar
su consumo en general, a pesar del aumento de renta generado por
el ahorro de agua. No se origina, por tanto, ningún efecto rebote
directo o indirecto. Los vecinos pasean satisfechos por la ribera
del embalse viendo subir su nivel, lo cual redunda en un beneficio
para el ecosistema. Desafortunadamente, al alcalde del pueblo
también se le ocurre un buen día acercarse al embalse y contempla
alborozado la nueva mayor disponibilidad de agua del municipio.
«¡Por fin podemos crecer!», exclama. Nuestro alcalde corre al
encuentro de su amigo el constructor y acuerdan una recalificación
de terrenos para crear un nuevo barrio. Los vecinos protestan,
pero el alcalde tiene mayoría absoluta. Por supuesto, los nuevos
vecinos consumirán agua, con lo que, de nuevo, el ahorro esperado
no tiene lugar, sino que es menor.!
Los tres tipos de efecto rebote que se acaban de exponer pueden
producirse simultáneamente en mayor o menor grado, sumándose sus
efectos para dar un efecto rebote total. Un efecto rebote total
del 100% significaría que no se produce ningún ahorro del recurso
en cuestión. Si el efecto rebote total es superior al 100%,
entonces tiene lugar un resultado paradójico: aplicar mejoras de
eficiencia no solo no origina ningún ahorro, sino que, por el
contrario, causa un incremento del consumo total del recurso. Esta
situación se conoce como la paradoja de Jevons. William Stanley
Jevons fue un economista del siglo XIX que estudió con
preocupación el creciente consumo de carbón en Inglaterra con
motivo de la Revolución Industrial. Descubrió, precisamente, que
el mejor rendimiento de la máquina de vapor de Watt posibilitaba
la extensión rentable de su empleo y conllevaba, en consecuencia,
un considerable incremento en el consumo de carbón.!
Los partidarios del decrecimiento como Serge Latouche opinan que
la paradoja de Jevons se da todo el tiempo: «las disminuciones del
impacto y de contaminación unitarias se encuentran
sistemáticamente anuladas por la multiplicación del número de
unidades vendidas y consumidas». Si aceptáramos esta hipótesis,
entonces deberíamos descartar la implementación de cualquier
mejora tecnológica de eficiencia, por ser contraproducente y
causar un agotamiento aún más rápido de los recursos naturales.
Sin embargo, esta política parecería casi contraria al sentido
común. Por otro lado, desde la economía ecológica también se ha
propuesto la introducción de sistemas de racionamiento o tasas
ecológicas que incrementen el precio del recurso, neutralizando
así el efecto rebote. Dichas tasas se utilizarían de manera
preferente en la rehabilitación del medio ambiente. Sin embargo,
esta política sería probablemente muy impopular.!
Personalmente, no encuentro razonable prescindir de las mejoras
tecnológicas de eficiencia. Opino que sería siempre preferible
implementar dichas mejoras y tratar al mismo tiempo de controlar
los posibles efectos rebote con políticas inteligentes. Considero
que, en nuestra coyuntura económica actual de pérdida progresiva
de poder adquisitivo para la gran mayoría, los efectos rebote
directos e indirectos serían con toda probabilidad reducidos. Por
tanto, creo que debería descartarse la introducción de sistemas de
racionamiento o tasas ecológicas en el momento actual, pero sería
bueno hacer un importante esfuerzo de concienciación ecológica a
través de campañas de consumo responsable y respeto al medio
ambiente.!
Con respecto al efecto rebote macroeconómico asociado al
paradigma de crecimiento indefinido, se ha repetido hasta la
saciedad que un crecimiento indefinido en un planeta finito es
imposible, pero parece no servir de nada. Debido a que nuestro
sistema económico actual precisa de un crecimiento constante para
no colapsar por impago de la deuda, cualquier intento de poner en
cuestión dicho crecimiento provoca pánico y es rechazado. Sin
embargo, el agotamiento de los combustibles fósiles y de otros
recursos naturales, así como el deterioro del medio ambiente,
harán que sea físicamente imposible continuar creciendo en un
plazo indeterminado, pero quizás no demasiado largo.!
En el futuro será sin duda preciso articular algún tipo de
transición mediante un decrecimiento sostenible hacia una economía
de estado estacionario – sin crecimiento – que respete el medio
ambiente y nos salve de un posible colapso civilizatorio. En ese
sentido, cabe decir que, dentro del espectro político actual, solo
la ecología política defiende sin ambages una postura contraria al
paradigma de crecimiento indefinido o productivismo.!
!


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