Una reflexión con ejemplos de lo que pudiese ser el efecto contrario de lo que se pretende combatir
Ahorro, gasto, productivismo, decrecimiento, EFECTO REBOTE de nuestro EQUOsimpatizante David Heredia
Hoy en día existe una
gran preocupación con respecto al posible
e inminente
agotamiento de los combustibles fósiles que impulsan
nuestra economía y
también con respecto a otros recursos naturales
cuya disponibilidad
está en peligro, como puede ser el agua o
algunos minerales.
Con objeto de disminuir el consumo total de
dichos recursos, se
promueven mejoras de eficiencia en su uso, de
tal forma que se
generen ahorros. A primera vista, no debería
haber ningún problema
con estas iniciativas y, sin embargo, puede
menos parcialmente,
los ahorros esperados.!
Un posible efecto
rebote puede producirse, por ejemplo, cuando
un consumidor compra un
coche con un motor más eficiente que gasta
menos gasolina. Dicho
consumidor observa encantado que ahora
recorrer kilómetros
le resulta más barato, lo cual podría
inducirle a hacer más
kilómetros en coche de los que habitualmente
hacía. Quizás se
plantee, incluso, ir en coche al trabajo cuando
antes pagaba un abono
y utilizaba el transporte público, porque le
resulta más cómodo y
ahora con su nuevo coche puede permitirse
pagar la gasolina
extra y prescindir del abono. Este sería un caso
de efecto rebote directo,
consecuencia de un efecto de
sustitución. Como el kilómetro
le sale ahora más barato, sustituye
el abono transporte
por más kilómetros de coche, de tal forma que
el ahorro en gasolina
esperado no tiene lugar, sino que es menor.!
No obstante, supongamos
que a nuestro consumidor no se le
ocurriría ni por lo
más remoto ir en coche al trabajo, ni tan
siquiera hacer más
kilómetros en coche. Aún así, podría aún
producirse un efecto
rebote indirecto, consecuencia de un efecto
de renta. Y es que, debido al
ahorro en gasolina, su renta se ha
visto incrementada y
ahora dispone de más dinero para gastar.
Quizás lo más sensato
sería utilizarlo para amortizar la hipoteca,
pero,
desgraciadamente, nuestro consumidor es muy vago para
cocinar y decide
gastar el dinero ahorrado en cenar todos los días
comida rápida enviada a domicilio. Una posible consecuencia de
este nuevo consumo es
que su salud se resienta, pero, además, el
incremento en viajes
de ciclomotor para el transporte de esas
cenas habrá
ocasionado también un incremento indirecto en el
consumo de gasolina.
Nuevamente, el ahorro en gasolina esperado no
tiene lugar, sino que
es menor.!
Por si esto fuera
poco, también existe lo que podría denominarse
un efecto rebote
macroeconómico ligado al paradigma de crecimiento
indefinido en el que se
desenvuelve nuestro sistema económico
actual. Imaginemos un
pueblo ficticio que dispone de un embalse
para satisfacer su
consumo de agua corriente. Los vecinos deciden
instalar perlizadores
en sus duchas. Los perlizadores mezclan el
agua con aire, de tal
forma que la sensación subjetiva de la
fuerza del chorro es
la misma, pero empleando un caudal de agua
menor. Se trata,
pues, de una mejora de eficiencia. Supongamos que
los vecinos se
abstienen de ducharse más a menudo y de incrementar
su consumo en
general, a pesar del aumento de renta generado por
el ahorro de agua. No
se origina, por tanto, ningún efecto rebote
directo o indirecto.
Los vecinos pasean satisfechos por la ribera
del embalse viendo
subir su nivel, lo cual redunda en un beneficio
para el ecosistema.
Desafortunadamente, al alcalde del pueblo
también se le ocurre
un buen día acercarse al embalse y contempla
alborozado la nueva
mayor disponibilidad de agua del municipio.
«¡Por fin podemos
crecer!», exclama. Nuestro alcalde corre al
encuentro de su amigo
el constructor y acuerdan una recalificación
de terrenos para
crear un nuevo barrio. Los vecinos protestan,
pero el alcalde tiene
mayoría absoluta. Por supuesto, los nuevos
vecinos consumirán
agua, con lo que, de nuevo, el ahorro esperado
no tiene lugar, sino
que es menor.!
Los tres tipos de
efecto rebote que se acaban de exponer pueden
producirse
simultáneamente en mayor o menor grado, sumándose sus
efectos para dar un efecto
rebote total. Un efecto rebote total
del 100% significaría
que no se produce ningún ahorro del recurso
en cuestión. Si el
efecto rebote total es superior al 100%,
entonces tiene lugar
un resultado paradójico: aplicar mejoras de
eficiencia no solo no
origina ningún ahorro, sino que, por el
contrario, causa un
incremento del consumo total del recurso. Esta
situación se conoce
como la paradoja de Jevons. William Stanley
Jevons fue un
economista del siglo XIX que estudió con
preocupación el
creciente consumo de carbón en Inglaterra con
motivo de la
Revolución Industrial. Descubrió, precisamente, que
el mejor rendimiento
de la máquina de vapor de Watt posibilitaba
la extensión rentable
de su empleo y conllevaba, en consecuencia,
un considerable
incremento en el consumo de carbón.!
Los partidarios del
decrecimiento como Serge Latouche opinan que
la paradoja de Jevons
se da todo el tiempo: «las disminuciones del
impacto y de
contaminación unitarias se encuentran
sistemáticamente anuladas por la
multiplicación del número de
unidades vendidas y
consumidas». Si aceptáramos esta hipótesis,
entonces deberíamos
descartar la implementación de cualquier
mejora tecnológica de
eficiencia, por ser contraproducente y
causar un agotamiento
aún más rápido de los recursos naturales.
Sin embargo, esta
política parecería casi contraria al sentido
común. Por otro lado,
desde la economía ecológica también se ha
propuesto la
introducción de sistemas de racionamiento o tasas
ecológicas que incrementen el
precio del recurso, neutralizando
así el efecto rebote.
Dichas tasas se utilizarían de manera
preferente en la
rehabilitación del medio ambiente. Sin embargo,
esta política sería
probablemente muy impopular.!
Personalmente, no
encuentro razonable prescindir de las mejoras
tecnológicas de
eficiencia. Opino que sería siempre preferible
implementar dichas
mejoras y tratar al mismo tiempo de controlar
los posibles efectos
rebote con políticas inteligentes. Considero
que, en nuestra
coyuntura económica actual de pérdida progresiva
de poder adquisitivo
para la gran mayoría, los efectos rebote
directos e indirectos
serían con toda probabilidad reducidos. Por
tanto, creo que
debería descartarse la introducción de sistemas de
racionamiento o tasas
ecológicas en el momento actual, pero sería
bueno hacer un
importante esfuerzo de concienciación ecológica a
través de campañas de
consumo responsable y respeto al medio
ambiente.!
Con respecto al
efecto rebote macroeconómico asociado al
paradigma de crecimiento
indefinido, se ha repetido hasta la
saciedad que un
crecimiento indefinido en un planeta finito es
imposible, pero
parece no servir de nada. Debido a que nuestro
sistema económico
actual precisa de un crecimiento constante para
no colapsar por impago
de la deuda, cualquier intento de poner en
cuestión dicho
crecimiento provoca pánico y es rechazado. Sin
embargo, el
agotamiento de los combustibles fósiles y de otros
recursos naturales,
así como el deterioro del medio ambiente,
harán que sea
físicamente imposible continuar creciendo en un
plazo indeterminado,
pero quizás no demasiado largo.!
En el futuro será sin
duda preciso articular algún tipo de
transición mediante un decrecimiento
sostenible hacia una economía
de estado estacionario
–
sin crecimiento – que respete el medio
ambiente y nos salve
de un posible colapso civilizatorio. En ese
sentido, cabe decir
que, dentro del espectro político actual, solo
la ecología
política defiende sin ambages una postura contraria al
paradigma de
crecimiento indefinido o productivismo.!
!
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