lunes, 27 de abril de 2015

Los pilares: la gente.

La sociedad no se sostiene, ni sigue caminando porque tal o tal partido gobierne un país: se sostiene por la gente, la gente que trabaja, que gana su pan y mantiene a los suyos y de rebote a los demás. Los maestros, los panaderos, los conductores de autobús, los ingenieros, los basureros, los médicos, los enfermeros, los músicos, los abogados, los comerciantes, los fabricantes de zapatos, los camareros, los cocineros, los investigadores, los empresarios, los obreros, los escritores, los abogados, los agricultores, los camioneros, los peluqueros, las personas que se ocupan de las tareas domésticas, de los mayores, de los niños…tantas y tantas personas, tantas y tantas maneras de ganar su pan y ofrecer a las demás personas un servicio. Esa es la gente, esa es la sal de la tierra y el fuego del hogar humano, ese es el motor del cambio.
Estamos en un momento de cambio, pero solo avanzaremos si el cambio es radical, y para eso hace falta la suficiente honradez y lucidez para decir: nos equivocamos, nos corrompimos; los sistemas políticos que creamos han caducado. Hay que crear algo nuevo, aprovechando los restos del naufragio.
Pero otro modo de hacer política, de ser representante de la gente, es posible. Una nueva conciencia de que la gente es lo primero y lo último: no necesitamos Mesias ni Caudillos, hemos madurado, hemos superado la infancia, somos capaces, tenemos hoy herramientas potentes para comunicarnos y participar. Cada una es única y diferente, y nadie tiene derecho a cerrarle la boca o a hacerle pensar de un mismo modo; cada una tiene el deber social de contribuir al bien común con todas sus capacidades, todas las personas tienen que ser respetadas y su dignidad ser el objetivo primordial de los gobiernos que tienen que velar por los más débiles o desfavorecidos. Liberta, Igualdad, Fraternidad: solo unidas son auténticas.

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