El pasado fin
de semana, los días 8 y 9 de febrero, tuve la suerte de participar en las
jornadas de constitución de la RQM : Red Equo Mujeres.
Para empezar,
quiero manifestar mi escaso conocimiento sobre feminismo y ecofeminismo y mi
respeto por todas las mujeres que desde décadas llevan estudiando y luchando por
los principios de estos movimientos. Como afilada desde hace unos años al
partido EQUO, en el que la Equidad y la Ecología son pilares definitorios, no
es la primera vez en que aprecio otra de las característica de dicho partido:
el respeto por la diversidad. Por eso puedo felicitar a mis compañeras que han
constituido, y no con poco esfuerzo, la RQM (como decía Itziar Aguirre, una de
las coordinadoras, “no estamos para dividir, sino para sumar”) y al mismo
tiempo puedo optar por permanecer fuera de la Red y trabajar en paralelo por
alcanzar los objetivos de EQUO.
Pero no por quedar
fuera de la red voy a dejar de señalar todo lo que he aprendido durante estas
jornadas y cómo me han ayudado a mejor comprender mi lucha como afiliada a
EQUO. Me he dado cuenta de que el ecofeminismo podría ser la raíz de un cambio
que podría transcender al mismo movimiento al oponer la cultura de la ética y el valor del cuidado a la cultura del poder.
La cultura del
poder subordina a unos seres a otros: los “poderosos” dominan y se aprovechan
de sus “súbditos”. La escala del dominio puede llegar hasta extremos de
crueldad inimaginable. ¿Y quiénes componen este binomio poderoso- súbdito? Hay
variantes, según épocas y culturas, pero siempre se sustentan en los mismos principios de dominio. Si el binomio “hombre/mujer”
ha sido una constante, también lo ha sido el de “capital o riqueza/trabajo”, y
por supuesto el de “ser humano/naturaleza”. Es la cultura imperante.
Frente a la
cultura del poder estaría la cultura de la ética y el valor del cuidado.
Afirmaba Alicia Puleo la importancia de la universalización de esta ética del
cuidado, y fue muy interesante el debate que se entabló sobre esta cuestión
durante el acto, y posteriormente entre algunas compañeras. Porque no se trataría
exclusivamente del cuidado de niños, ancianos o enfermos, se extendería al
cuidado y respeto de la naturaleza, y de la sociedad, desde el ámbito cercano y
local, hasta el más amplio, universal. El cuidado, en definitiva, del bien común, y de todas y cada una de nosotras.
La situación
actual es de una extrema gravedad, a nivel social (las desigualdades, la
pobreza, la esclavitud encubierta de un porcentaje creciente de personas al
servicio de otro porcentaje cada vez más reducido de “poderosos”) y a nivel
medioambiental con una destrucción desenfrenada de la naturaleza. Por eso,
sumar fuerzas es ya un imperativo. Como decía Fernando Prats, a quien tuve
también la suerte de escuchar en otro acto de EQUO,”… es cuestión de vida o
muerte. Sí o sí “.
El ecofeminismo podría ser un
elemento fundamental en este cambio al trascenderse y luchar por terminar con
la cultura del poder no sólo en el binomio hombre/mujer sino también en todos los demás que son víctimas de esta misma cultura.
Y todo esto
empezando con pequeños gestos, como decía otra compañera que me recomendó la
lectura de “Consumir menos, vivir mejor”. Vigilando las palabras, me comentaba
esta misma compañera, que prefería la expresión “puesta en valor” que “empoderamiento”,
que al fin y al cabo contiene en su raíz "poder". Se trataría de poner
en valor una serie de rasgos positivos como la empatía, o la previsión, o la
ternura, entre otros muchos valores humanos.
Pienso que es
difícil encontrar un camino que propicie un cambio más radical que esta nueva
cultura. Y hay signos de que está empezando a germinar, signos cuyas consecuencias
son mucho más trascendentales de lo que imaginamos. Por ejemplo, la
horizontalidad, que desmonta la estructura del poder al poner al mismo nivel a
las personas. Un partido político que opte por la horizontalidad (ojo, de
verdad, no como puro maquillaje como están haciendo ahora muchos) un partido, o
movimiento, o asociación de cualquier tipo, un grupo así, está comenzando a
desmontar la cultura del poder e iniciando el camino hacia una cultura del
cuidado de lo común, de todos y cada uno de los individuos.
Con mi agradecimiento a todas las compañeras
que vinieron de lejos, y a nuestras dos compañeras equoalcorconeras que con
tanto entusiasmo y dedicación hicieron posible estas jornadas. Y a las magníficas ponentes que nos trasmitieron sus conocimientos; a las compañeras y también compañeros que vinieron desde Madrid. Al ateneo popular y a las ateneitas que nos acompañaron. Y cómo olvidar a las dos personas que nos calentaron a mitad de una fría mañana de domingo con un delicioso chocolate con churros.
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